Los casos ascienden en Puerto Rico y a nivel mundial
Un análisis de sangre y una visita a una endocrinóloga pediátrica confirmó lo que Norana Maldonado Figueroa sospechaba. Su hija, Darielys Maldonado Maldonado, en ese momento de 5 años, padecía de diabetes tipo 1, una enfermedad crónica que se diagnostica con mayor frecuencia en niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Fue una noticia que les cambió la vida a toda la familia, afirma Norana. “En un principio fue devastador. Pero la doctora nos escuchó y casi nos secó las lágrimas. En la marcha comenzamos a educarnos y a entender realmente cómo es la condición y lo que teníamos que hacer para mantenerla controlada”, explica.
Así que, lejos de convertirse en una situación negativa, los cambios que tuvieron que hacer fueron muy
positivos para toda la familia. “En este proceso aprendimos lo que es la nutrición saludable, el conteo calórico de los alimentos y sobre todo, la importancia de contar lo que iba a comer y cómo se tenía que inyectar la dosis de insulina (una hormona que tiene por función impedir que la cantidad de glucosa existente en la sangre pase de cierto límite)”, agrega la madre, aunque resalta que la niña solo se tuvo que inyectar por los primeros seis meses.
Esto es así porque a Darielys se le pudo poner una bomba de insulina, un dispositivo portátil que administra la insulina de acción rápida a través de un tubo pequeño (catéter) y una cánula que se implanta debajo la piel, y que se cambia cada tres días.
Pero eso no quita que se tenga que monitorear los niveles de glucemia a lo largo del día para establecer la dosis de insulina y ajustarla según el consumo de alimentos y de los ejercicios o actividad física que haga durante el día.
La diabetes tipo 1, la forma más común durante la niñez, se caracteriza por la insuficiencia o falta de insulina que se produce en el páncreas, por lo que los niños se deben administrar la insulina. Es lo que permite que el azúcar pase a a las células para utilizarse como energía.
En Puerto Rico no hay estadísticas actualizadas sobre la prevalencia de esta enfermedad. Pero, según datos recopilados por la Fundación Pediátrica de Diabetes (FPD), el año pasado se estimó que habían unos 7,500 pacientes pediátricos con diabetes tipo I, según una encuesta con endocrinólogos pediátricos.
Pero esta es una cifra bastante conservadora si se toma en cuenta que, anualmente, se diagnostica un promedio de 200 pacientes nuevos con la enfermedad, según indica la directora de FPD, Mariana Benítez.
“Hemos notado un aumento de diabetes tipo 1 significativo, no solo a nivel Isla, sino también a nivel mundial”, señala por su parte la endocrinóloga pediátrica Michelle Gómez, tras destacar la importancia de que los pacientes controlen adecuadamente los niveles de azúcar en sangre.
Precisamente, para Norana y su hija, hoy una adolescente de 17 años, educarse sobre la afección y tener un monitoreo constante del nivel de azúcar en la sangre, ha sido esencial para poder mantener controlada la enfermedad y sin complicacines.
Por eso, más allá de educar al niño sobre llevar una dieta balanceada y controlar el consumo de dulces, siempre es muy importante que el paciente esté pendiente del nivel de azúcar en sangre, recomienda la doctora Gómez.
“Es la manera que tenemos para poder ajustar la dosis de insulina o ajustar los alimentos que suben o bajan los niveles de azúcar del niño. Es lo que ayuda al niño a mantener esos niveles controlados", señala Gómez, tras destacar que ese es uno de los retos a los que se enfrentan muchas familias.
“Es una vida de constante control porque es lo que va a disminuir riesgos de otros problemas de salud en la adultez”, puntualiza Gómez.
Pero uno de los problemas, acepta la endocrinóloga, es que a muchas familias de escasos recursos se les hace difícil porque los planes médicos no cubren las tirillas que se utilizan para conocer el nivel de azúcar en sangre debido a que son costosas.
“Hay veces que hay que monitorear de cuatro a seis veces al día y esas tirillas cuestan entre $50 y $100 por paquetes de entre 50 y 100 tirillas”, explica Gómez.
El problema es que si no tienes las tirillas, es muy difícil tener un buen control si no se conoce cómo se tiene la azúcar en sangre, subraya la endocrinóloga. “A diferencia de la diabetes tipo 2, la dosis de la inyección de insulina va a depender de cómo la persona tiene el azúcar en sangre y si no se la chequea, no lo va a saber”, agrega.
Se trata, de hecho, de una enfermedad que puede aparecer tan temprano como al año de nacido. Una realidad que es cada vez más común, según la endocrinóloga.
“Es una enfermedad que en los últimos años se está viendo a una edad más temprana. Por ejemplo, en los últimos tres meses, he tenido varios casos de niños de tres y cuatro años con diabetes juvenil y eso antes no se veía”, indica Gómez, mientras advierte que si la enfermedad no se controla efectivamente, hay consecuencias a corto y largo plazo.
Por ejemplo, a largo plazo puede causar ceguera, amputaciones, problemas del riñón y del corazón, entre muchas otras complicaciones.
Mientras que a corto plazo, un niño con azúcar alta en sangre va a estar irritable, no se va a poder concentrar bien y sus estudios se van a afectar.
De ahí la importancia de la educación y del monitero constante de los niveles de glucosa en sangre. Para Norana, por ejemplo, ha sido vital para que su hija se mantenga
Nutrición balanceada
La educación nutricional es otro de los puntos claves en el tratamiento de la diabetes tipo 1. Así lo señala la licenciada en nutrición Clarisol Candelaria, mientras destaca la importancia de que los pacientes conozcan las porciones adecuadas que deben comer, según el tratamiento de insulina que tengan.
“Como son niños, es esencial la educación y orientación a los padres, que son los encargados de cocinarle a sus hijos. Siempre recalco en los alimentos que contienen carbohiddratos. No importa el tipo de diabetes, siempre es muy importante conocer cuales son los alimentos que afectan el nivel de azúcar en sangre”, recomienda Candaleria.
Sin embargo, enfatiza que un paciente con diabetes puede comer de todo, siempre que sea saludable y en las prociones correctas. De hecho, dice que muchas veces las personas se enfocan en evitar el azúcar o la harina, cuando lo importante es que un niño no consuma alimentos altos en azúcares añadidas.
De ahí la importancia, subraya la nutricionista, de visitar a un especialista en nutrición. De hecho, Candelaria recomienda que después del diagnóstico, el paciente debe ser evaluado por un nutricionista de tres a cinco veces durante el año.
“La dieta a llevar es algo muy individual. Por ejemplo, se debe hacer de acuerdo a la edad del niño y el género, entre otros factores. Por ejemplo, los varones requieren más energía. Pero hay niños que son más pasivos y otros más activos. Por eso la evaluación debe ser individual”, recomienda Candelaria. Añade que después de esas primeras visitas se puede diminuir a dos al año.
“Pero es importante ir más de una vez en el primer año porque muchos padres no entienden bien todas las indicaciones y en las siguientes visitas se van haciendo reajustes o cambios en el consumo de calorías”, agrega.
En toda esta ecuación, agrega la endocrinóloga Gómez, es muy importante también que el paciente tenga un seguimiento con su endocrinólogo cada tres meses como mínimo. Pero resalta que si hay alguna duda, no se debe esperar a la visita de los tres meses.
“Sacar la bandera de alerta a tiempo y tener comunicación con el médico es vital para atender a tiempo cualquie complicación que surja”, aconseja Gómez.
Lo otro importance, recalca la especiliasta, en que en las escuelas donde están los niños tengan un personal capacitado que apoye al paciente de diabetes tipo 1. Esto es esencial para que ese niño se pueda monitorear la sangre las veces que necesite hacerlo sin ser regañado o que no se le permita hacerlo. “Ese apoyo es muy importante para ese niño. También es necesario que que tenga un equipo médico multidisciplinario, que incluya el nutricionista, el pediatra y el psicólogo, entre otros”.