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miércoles, 27 de agosto de 2014

Alerta por aumento de diabetes en niños.


Alerta por aumento de diabetes en niños.

Los casos ascienden en Puerto Rico y a nivel mundial

Un análisis de sangre y una visita a una endocrinóloga pediátrica confirmó lo que Norana Maldonado Figueroa sospechaba. Su hija, Darielys Maldonado Maldonado, en ese momento de 5 años,  padecía de diabetes tipo 1, una enfermedad crónica que se diagnostica con mayor frecuencia en niños, adolescentes y adultos jóvenes.

Fue una noticia que les cambió la vida a toda la familia, afirma Norana. “En un principio fue devastador. Pero la doctora nos escuchó y casi nos secó las lágrimas. En la marcha comenzamos a educarnos y a entender realmente cómo es la condición y lo que teníamos que hacer para mantenerla controlada”, explica.

Así que, lejos de convertirse en una situación negativa, los cambios que tuvieron que hacer fueron muy positivos para toda la familia. “En este proceso aprendimos lo que es la nutrición saludable, el conteo calórico de los alimentos y sobre todo, la importancia de  contar lo que iba a comer y cómo se tenía que inyectar la dosis de insulina (una hormona que tiene por función impedir que la cantidad de glucosa existente en la sangre pase de cierto límite)”, agrega la madre, aunque resalta que la niña solo se tuvo que inyectar por los primeros seis meses.

Esto es así porque a Darielys se le pudo poner una bomba de insulina, un  dispositivo   portátil que administra la insulina de acción rápida a través de un tubo pequeño (catéter) y una cánula que se implanta debajo la piel, y que se cambia cada tres días. 

Pero eso no quita que se tenga que monitorear los niveles de glucemia a lo largo del día para establecer la dosis de insulina y ajustarla según el consumo de alimentos y de los ejercicios o actividad física que haga durante el día.


La diabetes tipo 1, la forma más común durante la niñez, se caracteriza por la insuficiencia o falta de insulina que se produce en el páncreas, por lo que los niños se deben  administrar la insulina. Es lo que permite que el azúcar pase a a las células para utilizarse como energía. 

En Puerto Rico no hay estadísticas actualizadas sobre la prevalencia de esta enfermedad. Pero, según datos recopilados por la Fundación Pediátrica de Diabetes (FPD), el año pasado se estimó que habían unos 7,500 pacientes pediátricos con diabetes tipo I, según una encuesta con endocrinólogos pediátricos.

Pero esta es una cifra bastante conservadora si se toma en cuenta que, anualmente, se diagnostica un promedio de 200 pacientes nuevos con la enfermedad, según indica la directora de FPD,  Mariana Benítez.

“Hemos notado un aumento de diabetes tipo 1 significativo, no solo a nivel Isla, sino también a nivel mundial”, señala por su parte la endocrinóloga pediátrica Michelle Gómez, tras destacar  la importancia de que los pacientes controlen adecuadamente los niveles de azúcar en sangre.

Precisamente, para Norana y su hija, hoy una adolescente de 17 años, educarse sobre la afección y tener un monitoreo constante del nivel de azúcar en la sangre, ha sido esencial para poder mantener controlada la enfermedad y sin  complicacines.

Por eso, más allá de educar al niño sobre llevar una dieta balanceada y controlar el consumo de dulces, siempre es muy importante que el paciente esté pendiente del nivel de azúcar en sangre, recomienda la doctora Gómez.    

“Es la manera que tenemos para poder  ajustar la dosis de insulina o ajustar los alimentos que suben o bajan los niveles de azúcar del niño.  Es lo que ayuda al niño a  mantener esos niveles controlados", señala  Gómez, tras destacar que ese es uno de los retos a los que se enfrentan muchas familias.

“Es una vida de constante control porque es lo que va a disminuir riesgos de otros problemas de salud en la adultez”, puntualiza  Gómez. 

Pero uno de los problemas, acepta la endocrinóloga, es  que a muchas familias de escasos recursos se les hace difícil porque los planes médicos no cubren las tirillas que se utilizan para conocer el nivel de azúcar en sangre debido a que son costosas.

“Hay veces que hay que monitorear  de cuatro a seis  veces al día y esas tirillas cuestan entre $50 y $100 por paquetes de entre 50 y 100 tirillas”, explica Gómez.

El problema es que si no tienes las tirillas, es muy difícil tener un buen control si no se conoce cómo se tiene la azúcar en sangre, subraya la endocrinóloga. “A diferencia de la diabetes tipo 2,  la dosis de la inyección de insulina va a depender de cómo la persona tiene el azúcar en sangre y si no se la chequea, no lo va a saber”, agrega. 

Se trata, de hecho, de una enfermedad que puede aparecer tan temprano como al año de nacido. Una realidad que es cada vez más común, según la endocrinóloga.

“Es una enfermedad que en los últimos años se está viendo a una edad más temprana. Por ejemplo, en los últimos tres meses, he tenido varios casos de niños de tres y cuatro años con diabetes juvenil y eso antes no se veía”, indica Gómez, mientras advierte que si la enfermedad no se controla efectivamente, hay consecuencias a corto y largo plazo.

Por ejemplo, a largo plazo puede causar ceguera, amputaciones, problemas del riñón y del corazón, entre muchas otras complicaciones.

Mientras que a corto plazo, un niño con azúcar alta en sangre va a estar irritable, no se va a poder concentrar bien y sus estudios se van a afectar.

De ahí la importancia de la educación y del monitero constante de los niveles de glucosa en sangre. Para Norana, por ejemplo, ha sido  vital para que su hija se mantenga

Nutrición balanceada

La educación nutricional es otro de los puntos claves en el tratamiento de la diabetes tipo 1. Así lo  señala la licenciada en nutrición  Clarisol Candelaria, mientras destaca la importancia de que los pacientes conozcan las porciones adecuadas que deben comer, según el tratamiento de insulina que tengan.

“Como son niños, es esencial la educación y orientación a los padres, que son los encargados de cocinarle a sus hijos. Siempre recalco en los alimentos que contienen carbohiddratos. No importa el tipo de diabetes, siempre es muy importante conocer cuales son los alimentos que afectan  el nivel de azúcar en sangre”, recomienda Candaleria.

Sin embargo, enfatiza que  un paciente con diabetes puede comer de todo, siempre que sea  saludable y en las prociones correctas. De hecho, dice que muchas  veces las personas se enfocan en evitar el azúcar o la harina, cuando lo importante es que un niño no  consuma  alimentos  altos en azúcares añadidas.

De ahí la importancia, subraya la nutricionista,  de visitar a un especialista en nutrición. De hecho, Candelaria recomienda que después  del diagnóstico, el paciente debe ser  evaluado por un nutricionista  de tres a cinco veces durante el año.

“La dieta a llevar es algo muy individual. Por ejemplo, se debe hacer de acuerdo a la  edad del niño y el género, entre otros factores. Por ejemplo, los varones requieren más energía. Pero hay niños que son más pasivos y otros más activos. Por eso la evaluación debe ser individual”, recomienda Candelaria.  Añade que después de esas primeras visitas se puede diminuir a dos al año.

“Pero es importante ir más de una vez en el primer año porque muchos padres no entienden bien todas las indicaciones y en las siguientes visitas se van  haciendo reajustes o cambios en el consumo de calorías”, agrega.

En toda esta ecuación, agrega la endocrinóloga Gómez, es muy importante también  que el paciente tenga un seguimiento con su endocrinólogo cada tres meses como mínimo. Pero resalta que si hay alguna duda, no se debe esperar a la visita de los tres meses.

“Sacar la bandera de alerta a tiempo y tener comunicación con el médico es vital para atender a tiempo cualquie complicación que surja”, aconseja Gómez.

Lo otro importance, recalca la especiliasta, en que en las escuelas donde están los niños tengan un personal capacitado que apoye al paciente de diabetes tipo 1. Esto es esencial para que ese niño se pueda monitorear la sangre las veces que necesite hacerlo sin ser regañado o que no se le permita hacerlo. “Ese apoyo es muy importante  para ese niño. También es necesario que  que tenga un equipo médico multidisciplinario, que incluya el nutricionista, el pediatra y el psicólogo, entre otros”.

¿Mejorar la dieta subiendo los impuestos? México y Hungría creen que sí es posible

¿Mejorar la dieta subiendo los impuestos? México y Hungría creen que sí es posible.

Hace unos años, los autores Peter Menzel y Faith D’Aluisio publicaron Hungry Planet [Planeta Hambriento]“, un libro fascinante con fotos de lo que comen las familias de todo el mundo.

La imagen de México era reveladora. Si uno la examina rápidamente, parece mostrar una dieta bastante saludable, variada y con muchas frutas y verduras. Pero si se mira más detenidamente, notará, en segundo plano, una docena de botellas de gaseosas de 2 litros y alrededor de dos docenas de botellas de cerveza. Además, frente a dos niños se puede ver una mesa con pan dulce y otros refrigerios ricos en calorías.

Lamentablemente, esta imagen es un reflejo exacto de las dietas de muchos hogares mexicanos, al menos en lo que concierne a las bebidas azucaradas. De acuerdo con informes del Gobierno, alrededor de una quinta parte de las calorías consumidas en México provienen de las bebidas, la mayoría de ellas azucaradas. Datos de diversas encuestas de hogar muestran que en 2012 alrededor del 70% de los mismos consumían bebidas con azúcar añadida, en comparación con el 50% en 1989. Esto en un país donde cerca de un tercio de los adultos son obesos; según datos de la OCDE, entre los países miembros solo Estados Unidos supera esta tasa. De manera similar, México exhibe la mayor prevalencia de diabetes de entre todos los países de la OCDE.

¿Por qué le debería importar este patrón de consumo al gobierno mexicano? Bueno, por la siguiente razón: existen nuevas y crecientes evidencias de que el consumo de bebidas azucaradas aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad, y además está asociado a condiciones crónicas como la diabetes tipo 2, formación de caries, riesgo cardiovascular en adultos y otros efectos negativos para la salud.

De hecho, los funcionarios de salud pública ya están tomando cartas en el asunto. Como parte de una estrategia más amplia de lucha contra el sobrepeso, la obesidad y la diabetes, y en el marco de la gran reforma fiscal del año pasado, México introdujo un impuesto al consumo de bebidas azucaradas y una tasa impositiva del 8% a refrigerios ricos en calorías de escaso valor nutricional.

En contraste con los impuestos al tabaco y el alcohol, sobre los cuales se ha llevado a cabo una gran cantidad de investigaciones relacionadas con su impacto en el consumo y la salud, se ha trabajado mucho menos en torno al efecto de gravar las gaseosas y los refrigerios poco saludables, particularmente en relación a su consumo, los niveles de obesidad y la prevalencia de otras enfermedades crónicas. Muy pocos países han establecido este tipo de políticas, por lo tanto los datos escasean.

La mayor parte de la evidencia sobre el impacto de estas decisiones proviene de Estados Unidos, donde varios estados gravan las bebidas con azúcar añadida y, en el caso de algunos de ellos, los refrigerios poco saludables. Estos impuestos tienden a ser bajos y por lo tanto, su impacto final en términos de consumo y salud hasta ahora ha sido limitado. Sin embargo, las investigaciones también sugieren que una mayor presión impositiva puede tener un efecto significativo en el consumo y el peso, en particular entre los niños, en poblaciones de bajo ingreso y personas que ya sufren de sobrepeso u obesidad.

En los últimos años, algunos países han establecido impuestos sobre las bebidas dulces y los refrigerios con niveles elevados de azúcar y sal. Nauru, Samoa, Fiji y la Polinesia Francesa, que también enfrentan un grave problema de obesidad, han fijado tributos sobre estas bebidas. Entre los países más grandes, Estados Unidos, Francia, Finlandia y Noruega gravan las bebidas con azúcar añadida y algunos tipos de refrigerios poco saludables. Otros países han establecido impuestos sobre un número limitado de bebidas azucaradas.

Solo dos países de ingreso medio han llevado a cabo alguna política similar en tiempos recientes: México y Hungría. Esta última, con un gran porcentaje de adultos obesos, estableció en 2011 un impuesto a las bebidas dulces, así como a refrigerios con alto contenido de sal y azúcar.

Pasará algún tiempo hasta conocer el impacto final de estos impuestos, al menos en el caso de México, dado que este nuevo tributo apenas se hizo efectivo el 1.º de enero de este año. Sin embargo, la información tributaria del primer trimestre de este año sugiere que se recaudó una cantidad similar o superior a la prevista. Por otro lado, datos del Gobierno sobre el índice de precios al consumidor de los refrescos embotellados muestran un incremento, sugiriendo que los productores transfirieron al menos parte del impuesto al consumidor final.

Lo que ocurra en los países que hayan establecido este tipo de políticas dentro de un contexto general tendente a mejorar la dieta, podría servir de referencia para medidas similares en el mundo. Por lo tanto, aquellos que trabajamos en políticas en pos de una vida saludable –en el Banco Mundial y en otras instituciones– tenemos una gran oportunidad de apoyar la generación y difusión de evidencias sobre el impacto de estas experiencias, como lo hemos hecho con los impuestos al tabaco.

Varios países han mostrado interés por medidas similares, incluyendo Chile, Brasil y Vietnam. Nuestras miradas deben posarse en México y Hungría como casos prácticos en el movimiento de salud pública para la lucha contra el exceso de peso y la obesidad.

Para más información ingresa a:
Diabetes Nunca Mas