Niños con
diabetes de tipo 1 podrían llevar una vida normal con 'páncreas biónico'
Zara
Cheek, de siete años, preparó su mochila para ir a un campamento de
verano ansiando,
más que nadar y caminar, poder comer golosinas por dos semanas. Para ella, la
experiencia implicaba vivir una vida normal como cualquier otro niño de su edad
y, de paso, ayudar a miles de niños que padecen la misma enfermedad que ha
marcado su vida.
Zara Cheek, de 7 años y quien padece diabetes tipo uno, posa para un
retrato en Baltimore. Cheek ha participado de un estudio sobre un 'pancreas
biónico' este verano en Boston.
Zara vive en West Baltimore y comenzó
el primer grado este año. Ella es una de dos millones de estadounidenses que
padecen diabetes de tipo 1, una enfermedad crónica y posiblemente letal que
afecta el páncreas e incapacita al organismo para segregar insulina y convertir
la glucosa en sangre en las energías que el cuerpo necesita.
Aunque las causas se desconocen, las
consecuencias de la diabetes de tipo 1 sí están bien establecidas. La mayoría
de quienes la padecen experimentan una etapa aguda al inicio, generalmente
antes de los 30 años. Entre los síntomas están la pérdida de peso, mucha sed y
la necesidad de orinar con frecuencia. Estos diabéticos pueden necesitar
inyecciones de insulina.
Si no se trata, la diabetes de tipo 1
puede provocar altibajos de glucosa peligrosos y, a largo plazo, pueden surgir
complicaciones como insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares.
A diferencia de la diabetes de tipo
2, que afecta a unos 27 millones de estadounidenses y a menudo se puede tratar
con dieta y ejercicios, la diabetes de tipo 1 es una de las enfermedades
crónicas más difíciles de controlar.
A Zara le diagnosticaron la diabetes
en 2008 cuando tenía dos años. Desde entonces, esta niña rubia y amante de la
lectura, rara vez se ha separado del sensor de glucosa, un dispositivo digital,
y de un suministrador electrónico de insulina que ella usa en la cintura.
Sus padres, Daniel Cheek y Suzanne
Razaq, tampoco han estado libres de responsabilidad en la vigilancia del equipo
las 24 horas al día y el ajuste de ciertos factores, desde la cantidad de
ejercicios que Zara realiza hasta el grado de estrés que experimenta.
“Es una enfermedad increíblemente
difícil de manejar y, desafortunadamente, nunca se acaba”, dijo el doctor
Robert Ratner, jefe científico y médico de la Asociación de Diabetes de Estados
Unidos.
Este verano, Zara y su familia finalmente
han experimentado un respiro. Razaq, agente de bienes raíces, estaba navegando
por Internet una noche de julio cuando un sitio web le llamó la atención. Un
ingeniero biomédico de la Universidad de Boston había dedicado un año a
desarrollar un sistema con todas las funciones del equipo de Zara que
funcionaba por sí solo.
El sistema se había comportado bien
en situaciones de la vida real, según leyó Razaq, y el ingeniero biomédico Ed
Damiano estaba buscando a niños voluntarios para ensayos clínicos durante un
campamento de verano en agosto.
Llamado “páncreas biónico”, el
sistema incluye un sensor de glucosa, una pantalla y un suministrador de
insulina. La diferencia radica en que Damiano ha agregado un “cerebro” al
sistema.
Mientras los cuidadores tienen que
vigilar las concentraciones de glucosa del paciente, evaluar las condiciones
cambiantes en un día determinado, calcular la dosis y programar la inoculación
de insulina, Damiano y su equipo desarrollaron un algoritmo matemático mediante
el cual una computadora del tamaño de un teléfono inteligente puede precisar
los factores cambiantes, hacer cálculos por su cuenta y suministrar la dosis
adecuada sin necesidad de una intervención personal del paciente o del
cuidador.