lunes, 27 de octubre de 2014

Niños con diabetes de tipo 1 podrían llevar una vida normal con 'páncreas biónico'


Niños con diabetes de tipo 1 podrían llevar una vida normal con 'páncreas biónico'
Zara Cheek, de siete años, preparó su mochila para ir a un campamento de verano ansiando, más que nadar y caminar, poder comer golosinas por dos semanas. Para ella, la experiencia implicaba vivir una vida normal como cualquier otro niño de su edad y, de paso, ayudar a miles de niños que padecen la misma enfermedad que ha marcado su vida.

Zara Cheek, de 7 años y quien padece diabetes tipo uno, posa para un retrato en Baltimore. Cheek ha participado de un estudio sobre un 'pancreas biónico' este verano en Boston.  
Zara vive en West Baltimore y comenzó el primer grado este año. Ella es una de dos millones de estadounidenses que padecen diabetes de tipo 1, una enfermedad crónica y posiblemente letal que afecta el páncreas e incapacita al organismo para segregar insulina y convertir la glucosa en sangre en las energías que el cuerpo necesita.
Aunque las causas se desconocen, las consecuencias de la diabetes de tipo 1 sí están bien establecidas. La mayoría de quienes la padecen experimentan una etapa aguda al inicio, generalmente antes de los 30 años. Entre los síntomas están la pérdida de peso, mucha sed y la necesidad de orinar con frecuencia. Estos diabéticos pueden necesitar inyecciones de insulina.
Si no se trata, la diabetes de tipo 1 puede provocar altibajos de glucosa peligrosos y, a largo plazo, pueden surgir complicaciones como insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares.
A diferencia de la diabetes de tipo 2, que afecta a unos 27 millones de estadounidenses y a menudo se puede tratar con dieta y ejercicios, la diabetes de tipo 1 es una de las enfermedades crónicas más difíciles de controlar.
A Zara le diagnosticaron la diabetes en 2008 cuando tenía dos años. Desde entonces, esta niña rubia y amante de la lectura, rara vez se ha separado del sensor de glucosa, un dispositivo digital, y de un suministrador electrónico de insulina que ella usa en la cintura.
Sus padres, Daniel Cheek y Suzanne Razaq, tampoco han estado libres de responsabilidad en la vigilancia del equipo las 24 horas al día y el ajuste de ciertos factores, desde la cantidad de ejercicios que Zara realiza hasta el grado de estrés que experimenta.
“Es una enfermedad increíblemente difícil de manejar y, desafortunadamente, nunca se acaba”, dijo el doctor Robert Ratner, jefe científico y médico de la Asociación de Diabetes de Estados Unidos.
Este verano, Zara y su familia finalmente han experimentado un respiro. Razaq, agente de bienes raíces, estaba navegando por Internet una noche de julio cuando un sitio web le llamó la atención. Un ingeniero biomédico de la Universidad de Boston había dedicado un año a desarrollar un sistema con todas las funciones del equipo de Zara que funcionaba por sí solo.
El sistema se había comportado bien en situaciones de la vida real, según leyó Razaq, y el ingeniero biomédico Ed Damiano estaba buscando a niños voluntarios para ensayos clínicos durante un campamento de verano en agosto.
Llamado “páncreas biónico”, el sistema incluye un sensor de glucosa, una pantalla y un suministrador de insulina. La diferencia radica en que Damiano ha agregado un “cerebro” al sistema.
Mientras los cuidadores tienen que vigilar las concentraciones de glucosa del paciente, evaluar las condiciones cambiantes en un día determinado, calcular la dosis y programar la inoculación de insulina, Damiano y su equipo desarrollaron un algoritmo matemático mediante el cual una computadora del tamaño de un teléfono inteligente puede precisar los factores cambiantes, hacer cálculos por su cuenta y suministrar la dosis adecuada sin necesidad de una intervención personal del paciente o del cuidador.